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miércoles, 11 de febrero de 2015

El cerco de Numancia. Miguel de Cervantes. Trabajo

El cerco de Numancia. Miguel de Cervantes
INTRODUCCION
El cerco de Numancia es una tragedia renacentista escrita hacia 1585 por Miguel de Cervantes inspirada en la derrota de Numancia de las Guerras Celtíberas a manos del poder romano en el siglo II a. C.
El cerco de Numancia -también llamada La Numancia —y en sus testimonios más antiguos Comedia del cerco de Numancia, La destruición de Numancia y Tragedia de Numancia-, es una tragedia renacentista escrita hacia 1585 por Miguel de Cervantes inspirada en la derrota de Numancia de las Guerras Celtíberas a manos del poder romano en el siglo II a. C.
También llamada La Numancia —y en sus testimonios más antiguos Comedia del cerco de Numancia, La destruición de Numancia y Tragedia de Numancia—, se ha transmitido a partir de dos textos manuscritos: el número 15.000 de la de la Biblioteca Nacional de España —una copia de representantes (para ser empleada por una compañía teatral) del siglo XVII— y el códice «Sancho Rayón», conservado en la Hispanic Society of America, transcrito por Antonio Sancha en 1784 modernizando la ortografía, junto con el Viaje del Parnaso. Ninguno de los dos testimonios puede considerarse cercano al original cervantino, aunque los editores modernos prefieren editar La Numancia a partir del manuscrito Sancho Rayón.
Es una de las primeras obras que sabemos que escribió Cervantes. En ella todavía late el corazón del hombre renacentista, de recio corazón católico al servicio del imperio, que todavía no ha sido vencido por el paso del tiempo, el fracaso y el olvido.
En ella, el alcalaíno nos presenta uno de los motivos legendarios que darían lugar a una mitología hispánica de hombres invencibles y heroicos: la ciudad de Numancia, después de resistir el embate de las huestes de Roma, viéndose perdida ante sus invasores, prefiere morir antes que entregarse, y se entregan a la muerte para que sus vencedores no alcancen honra alguna. Este es el motivo de partida para mostrar la grandeza de miras del hombre español.
Como veis, todo muy diferente al espíritu y forma de El Quijote, en el que la antigua grandeza se ve de un modo más paródico, aunque no ha desaparecido del todo. Cervantes siempre fue un espíritu indómito, un espíritu demasiado grande para el horizonte estrecho del mundo barroco.
Esta obra pertenece al género de la tragedia pero con características que lo separan de la Poética aristotélica. Por un lado, no parece existir hibris (equivocación moral) que justifique que el héroe (en este caso colectivo: el pueblo numantino, y de extracción social humilde) pueda pasar de la dicha a la desgracia sin repugnancia, como estipulaba la preceptiva acerca de la poesía dramática. La única «culpa» puede ser el paganismo de los numantinos, pues los dioses de la obra (en este caso figuras alegóricas: España y el Duero) profetizan victorias españolas en el futuro católico de Felipe II, pero este extremo no se hace explícito en la obra.
Tema principal es la esperanza y, una vez perdida en la victoria, depositarla en el ejercicio de la libertad del hombre aún en las condiciones más restrictivas a dicha libertad. Y ello es posible cuando el hombre tiene voluntad, deseo de ejercerla y conocimiento o saber que le permita encontrar el modo como ejecutar dicha libertad. En el caso de La Numancia el acto proviene, además, de la voz del pueblo y de la mujer que propone el suicidio colectivo que frustrará la honra de la victoria al romano Escipión. Con esto ni conseguirá hacer prisioneros que cumplan la función de exhibir un triunfo en Roma, ni podrá llevar a cabo su plan de vencer al enemigo, ni a la ciudad, puesto que no hay enemigo que vencer. Su estrategia de rendir Numancia sin derramar sangre, es así, también, frustrada.
DESARROLLO
Vida y obra del autor
Miguel de Cervantes Saavedra
(Alcalá de Henares, España, 1547-Madrid, 1616) Escritor español. Cuarto hijo de un modesto médico, Rodrigo de Cervantes, y de Leonor de Cortinas, vivió una infancia marcada por los acuciantes problemas económicos de su familia, que en 1551 se trasladó a Valladolid, a la sazón sede de la corte, en busca de mejor fortuna.
Allí inició el joven Miguel sus estudios, probablemente en un colegio de jesuitas. Cuando en 1561 la corte regresó a Madrid, la familia Cervantes hizo lo propio, siempre a la espera de un cargo lucrativo. La inestabilidad familiar y los vaivenes azarosos de su padre (que en Valladolid fue encarcelado por deudas) determinaron que su formación intelectual, aunque extensa, fuera más bien improvisada. Aun así, parece probable que frecuentara las universidades de Alcalá de Henares y Salamanca, puesto que en sus textos aparecen copiosas descripciones de la picaresca estudiantil de la época.
En 1569 salió de España, probablemente a causa de algún problema con la justicia, y se instaló en Roma, donde ingresó en la milicia, en la compañía de don Diego de Urbina, con la que participó en la batalla de Lepanto (1571). En este combate naval contra los turcos fue herido de un arcabuzazo en la mano izquierda, que le quedó anquilosada. Cuando, tras varios años de vida de guarnición en Cerdeña, Lombardía, Nápoles y Sicilia (donde adquirió un gran conocimiento de la literatura italiana), regresaba de vuelta a España, la nave en que viajaba fue abordada por piratas turcos (1575), que lo apresaron y vendieron como esclavo, junto a su hermano Rodrigo, en Argel. Allí permaneció hasta que, en 1580, un emisario de su familia logró pagar el rescate exigido por sus captores.
Ya en España, tras once años de ausencia, encontró a su familia en una situación aún más penosa, por lo que se dedicó a realizar encargos para la corte durante unos años. En 1584 casó con Catalina Salazar de Palacios, y al año siguiente se publicó su novela pastoril La Galatea. En 1587 aceptó un puesto de comisario real de abastos que, si bien le acarreó más de un problema con los campesinos, le permitió entrar en contacto con el abigarrado y pintoresco mundo del campo que tan bien reflejaría en su obra maestra, el Quijote, que apareció en 1605. El éxito de este libro fue inmediato y considerable, pero no le sirvió para salir de la miseria. Al año siguiente la corte se trasladó de nuevo a Valladolid, y Cervantes con ella. El éxito del Quijote le permitió publicar otras obras que ya tenía escritas: los cuentos morales de las Novelas ejemplares, el Viaje del Parnaso y Comedias y entremeses.
En 1616, meses antes de su muerte, envió a la imprenta el segundo tomo del Quijote, con lo que quedaba completa la obra que lo sitúa como uno de los más grandes escritores de la historia y como el fundador de la novela en el sentido moderno de la palabra. A partir de una sátira corrosiva de las novelas de caballerías, el libro construye un cuadro tragicómico de la vida y explora las profundidades del alma a través de las andanzas de dos personajes arquetípicos y contrapuestos, el iluminado don Quijote y su prosaico escudero Sancho Panza.
Las dos partes del Quijote ofrecen, en cuanto a técnica novelística, notables diferencias. De ambas, la segunda (de la que se publicó en Tarragona una versión apócrifa, conocida como el Quijote de Avellaneda, que Cervantes tuvo tiempo de rechazar y criticar por escrito) es, por muchos motivos, más perfecta que la primera, publicada diez años antes. Su estilo revela mayor cuidado y el efecto cómico deja de buscarse en lo grotesco y se consigue con recursos más depurados. Los dos personajes principales adquieren también mayor complejidad, al emprender cada uno de ellos caminos contradictorios, que conducen a don Quijote hacia la cordura y el desengaño, mientras Sancho Panza siente nacer en sí nobles anhelos de generosidad y justicia. Pero la grandeza del Quijote no debe ocultar el valor del resto de la producción literaria de Cervantes, entre la que destaca la novela itinerante Los trabajos de Persiles y Sigismunda, su auténtico testamento poético.
ORIGEN DEL NOMBRE. CARACTERÍSTICAS DE LA ÉPOCA
Se llama así ya que la ciudad de Numancia está atrapada por un cerco.
Esta época se caracteriza por un urbanismo bastante regular, aunque sin grandes edificios públicos.
CARACTERÍSTICAS DE LOS PERSONAJES
  • Escipión: Es el general, por parte de los romanos, encargado de la conquista de Numancia, se encuentra convencido de que ganarán, y no dejará de luchar hasta obtener la rendición de Numancia.
  • Yugurta: La mano derecha de Escisión, confía plenamente en su amigo y general. De igual manera se encuentra convencido de la futura victoria romana
  • Corabino: Uno de los “embajadores” numantinos enviado para pedir la tregua de paz a los romanos. Hombre seguro de lo que hace, valiente y dispuesto a dar la vida para lograr ser libre.
  • Teógenes: Otro de los embajadores numatinos enviados para obtener la paz después de una guerra que ha durado 16 años. Al igual que su compañero hace lo que él piensa está correcto, a pesar de que en ocasiones le surgen dudas y miedos.
  • Marquino: Ciudadano de Numancia. Persona pesimista, cree que los numantinos perderás o que morirán todos de una terrible hambruna en la ciudad.
  • Morandro: Uno de los grandes soldados por parte de Numancia. Se encuentra profundamente enamorado de Lira, con quien planea casarse al finalizar la guerra. Al final se sacrifica para poder alimentar a su amada y evitar que ella muriera víctima del hambre.
  • Leoncio: Amigo de Morandro. Muere al salir de Numancia hacia el campamento romano en busca de pan, acompañado de Morandro.
  • Lira: Enamorada de Morandro, quien al final queda sola al morir su amado. Termina muriendo también por la libertad de su patria, y se rehúsa comer el pan por el que ha dado la vida Morandro.
  • Cayo Mario: Guerrero romano. Totalmente fiel a su genral Escisión, tanto que está dispuesto a dar la vida por él. Es quien logra entrar por 1era vez a Numancia para darse cuenta que todos en la ciudad han muerto.
  • Viriato: Protector de Numancia, cuidador de la “llave” de la ciudad. El último numantino que queda con vida, a quien Escisión le ruega que no muera con tal de tener una prueba de que los romanos han ganado; Viriato se niega y decide morir.
CARACTERÍSTICAS DEL AMBIENTE
Es en este ambiente de odio entre romanos y numantinos, macerado durante 60 años, en el que otro romano, Escipión, llega a Hispania, y en 134 A.C. inicia el cerco a la ciudad de Numancia tras una victoriosa campaña, construyendo una barrera con foso de más de nueve kilómetros y cuatro metros de grosor, vigilada por torres cada 10 a 24 metros. El cerco también impedía el acceso por embarcaciones.
CONTEXTO HISTÓRICO
El cerco de Numancia es una tragedia renacentista escrita hacia 1585 por Miguel de Cervantes inspirada en la derrota de Numancia de las Guerras Celtíberas a manos del poder romano en el siglo II a. C.
Se conoce como Guerra Numantina (De Bellum Numantinum en la Historia de Roma de Apiano) al último conflicto que tuvo lugar entre la República Romana y las tribus celtiberas que habitaban las inmediaciones del Ebro. Fue el último episodio de las Guerras Celtibéricas. Esta contienda se resolvió tras veinte años de guerras intermitentes. La primera fase de la guerra se inició en el 154 a. C. debido a una revuelta de las tribus celtíberas del Duero. Esta primera fase finalizó en el 151 a. C., pero, en el 143 a. C. surgió de nuevo una insurrección en la ciudad de Numancia.
La primera guerra fue contemporánea a la Guerra Lusitana que estalló en Hispania Ulterior. Los lusitanos fueron sometidos por Servio Sulpicio Galba, que asesinó a sus líderes haciéndoles creer que quería entablar negociaciones de paz y asesinándoles en plena conferencia mediante la decapitación. Los arévacos de Hispania Citerior continuaron la guerra y se unieron a Viriato cuando este asumió el liderazgo de la rebelión lusitana.
Tras el rebrote de las hostilidades en el 143 a. C., Roma envío a una serie de generales a la Península Ibérica para que se enfrentaran a los numantinos. En ese año, Quinto Cecilio Metello Macedonico fracasó en su intento de tomar la ciudad, tenía 30.000 infantes y 2.000 jinetes,2 que se estaba convirtiendo en un ícono de la resistencia en Iberia, pero sometió por completo a la tribu de los arévacos. Su sucesor, Quinto Pompeyo, un inepto según relatan sus contemporáneos, fue derrotado en diversas ocasiones por los numantinos y negoció en secreto un tratado de paz que aseguraba la permanencia de la ciudad. Ya en el 138 a. C. llegó un nuevo general, Marco Popilio Laenas. Cuando los numantinos quisieron hacer prevalecer el tratado que había firmado Quinto Pompeyo, Laenas dijo que no reconocía ningún tratado que no hubiera sido firmado por el Senado romano. Roma decidió por consiguiente ignorar el tratado de paz de Quinto Pompeyo y envío a Cayo Hostilio Mancino con 40.000 hombres (la mitad auxiliares locales)2 para que continuara la guerra (136 a. C.). Mancino asaltó la ciudad pero fue repelido en diversas ocasiones por los 4.000 guerreros defensores2 . Tras sus derrotas, los romanos comandados por Mancino fueron rodeados y Mancino fue obligado a aceptar el tratado. El Senado tampoco ratificó este tratado. Los sucesores de Mancino, Lucio Furio Filón y Cayo Calpurnio Pisón continuaron la lucha contra Numancia.
En el 134 a. C., el cónsul Publio Cornelio Escipión Emiliano fue enviado a Hispania Citerior para que terminara de una vez con la guerra. Escipión Emiliano reclutó a un ejército de 20.000 hombres, más 40.000 auxiliares entre los que se contaba caballería númida cedida por Yugurta y un gran número de aliados locales,6 en total unos 60.000 soldados.3
Escipión construyó un sistema de siete fortificaciones que rodeaban la ciudad antes de iniciar el sitio. Tras sufrir peste y hambruna la ciudad se rindió finalmente, aunque la mayoría de sus habitantes se suicidaron antes de entregarse. La gran victoria sobre Numancia trajo una era de paz a Hispania, paz que se mantuvo hasta el inicio de las Guerras Sertorianas.
REALISMO
El realismo literario es una corriente estética que supuso una ruptura con el romanticismo, tanto en los aspectos ideológicos como en los formales, en la segunda mitad del siglo XIX.
He aquí sintetizados los rasgos esenciales del realismo, tanto en su orientación temática y enfoque como en sus preferencias estilísticas, aunque hay que hacer algunas precisiones: la reproducción exacta de la realidad toma a menudo como modelo los métodos de observación de las ciencias experimentales. Un gran crítico, Ferdinand Brunetière, señalaría más tarde, en 1883, que "el Realismo viene a ser en arte lo que el positivismo es en la Filosofía". Ya en 1843 Balzac se proponía estudiar la sociedad como un científico estudiaba la naturaleza. Y Baudelaire, en 1851, recomendaba: "Estudiad todas las úlceras como el médico que está de servicio en un hospital". Flaubert consultó tratados médicos para describir la muerte por envenenamiento de su Madame Bovary, y en general los novelistas se documentan rigurosamente sobre el terreno tomando minuciosos apuntes sobre el ambiente, las gentes, su indumentaria, o buscan en los libros los datos necesarios para conseguir la exactitud ambiental o psicológica.
Los escritores dejaron de centrarse en sí mismos y pusieron su interés en la sociedad, observando y describiendo objetivamente los problemas sociales, y para ello se valieron de un nuevo tipo de novela, la novela burguesa. En cuanto a la expresión, prefirieron un estilo más sencillo, sobrio y preciso, en el que adquirió relevancia la reproducción del habla coloquial, especialmente en los diálogos, es decir, adoptando los niveles de lenguaje adecuados a los personajes, que representaban todos los estratos sociales.
Se halla inscrito en un movimiento más amplio que afecta también a las artes plásticas, a la fotografía (que surge con el siglo XIX), y a la filosofía (positivismo, darwinismo, marxismo, método experimental). La estética del realismo, fascinada por los avances de la ciencia, intenta hacer de la literatura un documento que pueda servir de testimonio de la sociedad de su época. Por ello describe todo lo cotidiano y prefiere los personajes comunes y corrientes, basados en individuos reales de los que toma nota a través de cuadernos de observación, a los personajes extravagantes o insólitos típicos del Romanticismo. Esta estética propugna a su vez una ética, una moral fundamentada en la objetividad y el materialismo filosófico.
En cuanto a los procedimientos literarios del realismo, son característicos el uso de la descripción detallada y minuciosa, con enumeraciones y sustantivos concretos; el del párrafo largo y complejo provisto de abundante subordinación, la reproducción casi magnetofónica del habla popular, sin idealizarla, y un estilo poco caracterizado, un lenguaje «invisible» que caracterice personajes, hechos y situaciones objetivamente sin llamar la atención sobre el escritor.
RELACION CON EL AUTOR
Miguel de Cervantes, tras el realismo ideal

   Cervantes, a caballo entre dos siglos, dos épocas y en buena medida dos formas de entender la vida y la literatura, nos dejó en su obra cumbre, el Quijote, un buen reflejo de ese momento de transición que le tocó vivir. Cervantes había dado los primeros pasos de su infancia durante el reinado de Carlos V en el que los ideales de una España hegemónica estaban en absoluta vigencia. Los españoles, aunque con los mismos problemas de siempre, la pobreza, la injusticia social de un sistema netamente estamental y, sobre todo, la guerra, reflejaban aún ilusión y esperanza en gran parte de sus creaciones, lo que no quitaba que también se dejaran oír voces críticas y sorprendentes como la del pregonero toledano Lázaro de Tomes. El Renacimiento había vuelto a buscar en el mundo antiguo una fuente fundamental de conocimiento y redescubría al hombre como potencia a desarrollar y valorar, frente a la extrema estimación de la religiosidad en el medievo, y ahora tenía puesta su confianza en los logros humanos, casi tanto como en los divinos. El hedonismo y el goce eran cantados con deleite y se tendía a disfrutar de los placeres de la vida y a la misma vez el ideal del llamado amor platónico estaba más vigente que nunca, y se cantaba a la mujer y al amor con la misma desenvoltura medieval pero con una forma nueva. El hombre renacentista pretendía ser el perfecto cortesano que proponía Castiglione, y la mujer aspiraba a ser la dama virtuosa, y aunque en la realidad, los cortesanos resultaba también miserables y mezquinos como también nos refleja el escudero presente en el Lazarillo, estos modelos seguían moviendo la literatura y por ello, la novela de caballerías o la de pastores, triunfaban entre los lectores de la época.

   Cervantes mismo pudo aún vivir en su juventud momentos heroicos en la batalla de Lepanto en la que España se mostraba defensora de la cristiandad y mantenía aún ligeramente a flote viejos ideales bajo el reinado de Felipe II, pero poco tiempo después, con el mismo cautiverio y su vuelta a una España burocrática donde sus sacrificios no se vieron recompensados como merecía verá desmoronarse los modelos de antaño, y cómo la España ideal iba dejando paso a la España real y realista del Barroco, depauperada y profundamente trágica a pesar de la comicidad que todo lo impregnaba y de la que el Quijote es buena muestra. Se había pasado también de la España abierta a las influencias europeas que dejaba entrar la nueva religiosidad erasmista impregnada de interiorismo y sinceridad, así como al humanismo italiano; al enclaustramiento en las fronteras que a la postre cada vez se iban estrechando más. El paso de sus primeros poemas dedicados a la reina Isabel de Valois a poemas como el dedicado al túmulo de Felipe II en Sevilla muestran claramente el cambio operado en Cervantes y quizá en gran parte de los españoles. Es en definitiva también el paso de la ironía renacentista al sarcasmo barroco, el paso del Lazarillo de Tormes al Guzmán de Alfarache o, mejor aún, al Buscón de Quevedo, o el paso también de los juegos verbales sin mayor trascendencia que el ingenio en las coplas garcilasianas y la poesía cortesana del XV y XVI a la tensa y honda reflexión metafísica que los juegos verbales encierran en los poemas de Quevedo.

   Cervantes muestra bien ese momento de transición entre lo que podemos llamar el idealismo renacentista y el desengaño o realismo barroco. Sin olvidar que tales distinciones son en extremo simplificadoras, se puede distinguir claramente un periodo preferentemente idealista en la literatura renacentista frente al auge del realismo, con toda sus implicaciones, en el Barroco. Por supuesto que no desaparecen los ideales, e igualmente en el XVII se siguen escribiendo poemas mitológicos en los que Apolo sigue persiguiendo a una Dafne de extrema belleza, o sigue habiendo pastores que cantan en perfectas silvas a sus esquivas pastores, como igualmente las damas reflejadas en los poemas de Quevedo o de Góngora son tan hermosas, altivas y desdeñosas como las de Garcilaso; pero se inicia ya una tendencia a recrearse en el materialismo y en el realismo más fuerte para dejar constancia del entramado de la realidad, no ya cubierto por el idealismo, sino desnudo de ficciones. Si el Renacimiento intentaba en su literatura dar un modelo del mundo a imitar para mostrar así un camino hacia el deber ser y establecer así la crítica en base al contraste entre la realidad y la poesía, el Barroco tiende a mostrar el mundo no sólo tal y como es, con sus miserias y ruindades, claramente reflejadas en la picaresca, que es el género narrativo más importante del momento, sino que incluso degrada la realidad hasta extremos insospechados, mostrando con la exageración de los males una crítica devastadora a la realidad, al hombre y a la sociedad de sus tiempo. La hipérbole se convierte así en característica barroca fundamental frente a la mesura renacentista.

Bibliografía
El ideal
pro patria mori
en
La Numancia
de Cervantes
Francisco Vivar


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